La Sierra de Espadán ha sido calificada por algunos autores como montaña-hormiguero, término que puede parecer exagerado, pero que ilustra la medida en que, durante la Edad Media, fue superada su capacidad de albergar población y de proporcionar recursos a sus habitantes, dejando de ser el vergel que en épocas antiguas fue. La sobreexplotación a la que fue sometida la tierra provocó que, durante muchos siglos, casi toda su superficie estuviera cultivada o arrasada por el ganado. También erosionó el terreno la proliferación de canteras donde obtener la piedra, caliza o rodeno, que constituía la materia prima de todas las construcciones que debían perdurar.
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Alcornocal del valle de Mosquera (foto por PCA (c)). |
No fue hasta el siglo XVII, cuando quedó la sierra despoblada por la expulsión de los moriscos, que los bosques recuperaron su frondosidad. Más tarde, en el XVIII, al repoblarse la zona, los nuevos habitantes volvieron a cultivar las huertas y ampliaron también la extensión del bosque, especialmente plantando una nueva especie arbórea, el alcornoque, cuya explotación desarrolló una nueva industria. La producción del corcho, utilizado para tapones y materiales aislantes, trajo cierta riqueza a la comarca a lo largo de los siglos posteriores, durante los cuales proliferaron factorías y almacenes de corcho en Eslida, Villamalur y Almedíjar. La moderna aparición de materiales sintéticos, como los polímeros, más baratos de producir y con mejor estanqueidad, amenaza de momento el futuro de este oficio. De
peladores de corcho, sólo quedan unas pocas familias. Cada 10 años, se encargan de sacar la corteza con sus herramientas
tradicionales. Y, cómo antaño, transportan el preciado material a lomos
de burritos, único medio capaz de acceder a los lugares
de trabajo más recónditos.
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Alcornoques recién pelados en la Mosquera (foto por PCA (c)) |
La altitud de la sierra, moderada pero suficiente, la composición del suelo, formado por silicatos ácidos, y el microclima reinante, caracterizado por mantener la humedad del mar que entra por los barrancos orientados a levante, han favorecido el desarrollo no sólo del alcornoque, sino también de otras especies del género quercus, como es la encina
(carrasca
) y la coscoja, cuyo fruto sirve de alimento a la fauna de la sierra y entre cuyas raíces suele encontrarse la apreciada trufa.
No se sabe quién trajo a la sierra una nueva especie arbórea, el castaño, que milagrósamente ha arraigado en la ladera septentrional. Un puñado de bosquetes se reparten muy cerca de los picos Rápita y Espadán. En primavera, puede apreciarse la diferencia de tonalidad de sus copas entre el verde del pino y del alcornoque. En otoño, ponen una nota de color ocre al paisaje.
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Castaños en la ladera de la Rápita, cerca del Jinquer (foto por PCA (c)) |
Otro árbol característico de la zona es el almez, cuya madera ha sido utilizada desde antiguo como materia prima en la fabricación de bastones y mangos para herramientas. En Vall de Almonacid, Castellnovo y otros pueblos cercanos funcionaron hasta bien entrado el siglo XX varias fábricas. Lamentablemente, la
última generación de estos artesanos ya desapareció.