sábado, 2 de enero de 2016

De cara al muro (de la vida)

Domingo 15 de noviembre de 2020, 12:00 A.M.
Paseo marítimo, Ciudad de Valencia.

¿Cómo va la cosa? Han pasado ya 29 años desde que en 1991 dejé la casa de mis padres para casarme por primera vez. Durante ese tiempo, he tenido varias parejas en diferentes periodos de tiempo. Con la última, llevo más de una década de convivencia, varias veces interrumpida por distintos conflictos. A pesar de todo, tengo que decir que estoy con quien quiero estar. En este tiempo, han pasado cosas buenas y otras no tan buenas. Hoy mismo hemos tenido una de nuestras habituales discusiones domésticas. Aunque estoy bien, sólo un poco triste. He salido yo solo a pasear, para despejarme y pensar un poco. En otro tiempo, estaría preocupado por el momento de volver a casa. Ahora, ya no. Cuando los ánimos estén más calmados, llegará el momento de la reconciliación. Así lo tenemos acordado: nunca dejar que acabe la jornada sin perdonar ni pedir perdón. Pactos como este son la garantia de supervivencia de nuestra relación, aunque en el momento de formalizarlos no los creí necesarios. En una época anterior, no tuve estas precauciones y las incontables dificultades de la vida llegaron a destrozar un amor que pensaba indestructible, cosa que me produjo un gran sufrimiento. Cualquier roce puede erosionar la vida en pareja y hay que estar preparado si se la quiere cuidar.
Paseo marítimo en un día otoñal, foto anónima

¡Bien hecho hasta ahora! Sí, pero aún queda mucho para alcanzar la meta que nos hemos marcado. Hace 5 años, pasamos una crisis importante que nos llevó a interrumpir un tiempo nuestra relación. Entonces compartíamos pocos pactos y muchos reproches. Tras unos meses duros y turbulentos, decidí abandonar, rendirme. Y, aunque al principio no creí posible que sucedería, pasados varios meses, me arrepentí de mi decisión. Como no puede separarse lo que es uno, finalmente volvimos juntos. Tras un esfuerzo tremendo por recuperar lo perdido, continuamos nuestro camino en común, eso sí, sufriendo en cada uno de nuestros altibajos. Y asi, ya llevamos 13 años juntos. Nunca he estado tanto tiempo con alguien. Quizá pague el esfuerzo que llevo realizado y, dentro de poco, piense que ya no puedo más, que este esfuerzo ya no vale la pena, que es demasiado el sufrimento. Puede que encuentre mi “muro”, que piense de nuevo en abandonar.

¡Mira cómo van algunos ya! En mis paseos veo mucha gente sola. Parecen tristes y melancólicos. Unos han abandonado y otros han sido abandonados. En cualquier caso, con su relación rota, acabada, sin esperanza, pasando su particular “calvario”. Qué diferencia con el ambiente optimista del principio de las relaciones. Si hay un momento mágico de felicidad, ése es durante los primeros meses, cuando todo sorprende y la quimica de los cuerpos se alborota, antes de que las diferencias que existen sean apreciables. Es muy curioso esto, pero os aseguro que, en esos momentos, no hay tristeza.

¡Acaba lo que has empezado! Cuando uno encuentra una dificultad en la vida, es fácil encontrar excusas para abandonar: estoy cansado, me duele, no merece el esfuerzo... Hoy no quiero pensar en muros ni en rendiciones. En otras ocasiones he podido fallar, me he hundido o he dejado de luchar antes de terminar. Hoy no voy a cometer ese error. He pasado mucho antes de llegar hasta aquí y debo acabar lo que he empiezado, haciéndolo lo mejor posible. Además, confío en mí totalmente. Voy a marcarme un nuevo objetivo: llegar a los 80 años satisfecho de haber vivido como yo decidí y con quien yo decidí. Para ello, debo ser fuerte. Muchas serán las dificultades. Supondrá superar desprecios, incomprensión, falta de respeto, incluso chantajes provinietes de personas muy queridas. Significará un gran reto, pero creo que puedo lograrlo.

"La Femella", foto por PCA (c)

¡Ánimo, continúa! Aunque ya tengo 53 años, aún creo posible conocer gente que me ayude a seguir. Y mi familia y amigos, es seguro, estarán cerca apoyándome. Hace poco aprendí que no se debe sacrificar la felicidad propia por nada ni por nadie. Porque solo si consigues ser feliz, podrás hacer felices a los demás. Los que te quieren se sentirán bien y felices en la medida en que te vean feliz. Y es esta felicidad, que se refuerza entre todos, la que da las ganas de vivir y de seguir adelante. Estoy deseando experimentar la satisfacción de conseguir lo que me he propuesto. Hoy no voy a rendirme.

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