viernes, 31 de marzo de 2017

Caminando, encontré... castillos y torres medievales

Viajemos en el tiempo al siglo XIII. Tras la conquista cristiana del territorio, y a pesar de las dificultades orográficas, muchos de los habitantes de las ciudades migraron a las sierras y establecieron allí comunidades donde podían practicar en libertad sus costumbres y ritos religiosos. Por este motivo, la mayoría de los núcleos de población que encontramos en nuestras sierras tiene un origen musulmán. Casi todos estuvieron bajo la protección de barreras defensivas, como murallas o torres, y disponían de un castillo en las inmediaciones. 

En un valle fértil de la sierra Calderona, un conjunto de familias se instalaron alrededor de una torre de vigilancia, constituyendo la poblado de la Hoya o de la Olla. Muy cerca, se alza el castillo del Real, que le brindaba protección. A pocos kilómetros de allí se encuentra Serra, que disponía también de un castillo sobre un cerro, desde el cual se domina una vasta extensión de terreno, que incluye todos los valles cercanos y sus caminos de acceso.


Castillos de Serra y del Real de Olocau; Masía de la Olla (fotos por PCA (c))


En la sierra de Espadán, varias poblaciones formaron un área autónoma donde tradición, religión y ley musulmanas continuaron vigentes y respetadas: el alcadiazgo de Eslida. El rey Jaime I dio "Carta de Gracia y Seguridad" a un cadí para que gobernara desde Eslida un territorio del que formaban parte las poblaciones defendidas por los castillos de Benalí en Aín, de Maúz en Suera, de Castro cerca de Alfondeguilla, de Alcudia de Veo y de Villamalur. Hoy, estas fortalezas son sólo abandonadas ruinas, aunque algunas de ellas mantienen aún sus torres en pie.


Castillos de Maúz, de Castro y de Villamalur, Sierra de Espadán (fotos por PCA (c))
En las montañas alrededor de los valles de Alcalá y de Gallinera, el caudillo musulmán al-Azraq creó, tras la conquista de Jaume I, otro territorio autónomo donde se cobijaron miles de musulmanes y, desde ese refugio, puso en dificultades a las tropas cristianas del rey Jaime I en numerosas ocasiones. Muchas decenas de fortalezas de aquella época se encuentran repartidas por nuestras montañas. Sólo se requiere el esfuerzo de trepar a ellas para emprender un enriquecedor viaje en el tiempo e imaginar cómo sería la vida entre sus muros.

viernes, 17 de marzo de 2017

¡Qué suerte tener un sueño y poder ir tras él!

ABUELO
Nadie hace nada perfecto la primera vez. Voy a enseñarte una cosa. Aquí está. Mira. (Entrega a Shizuku una piedra que contiene una esmeralda en bruto.) Tienes que buscar la joya que hay en tu interior.



" Susurros del corazón" de Yoshifumi Kondo

SHIZUKU

Tengo mucho miedo de que en mi interior no haya una piedra preciosa como esta. Voy a esforzarme mucho. 

ABUELO
Eres maravillosa. No hay prisa. Tómate tu tiempo para que puedas ir puliéndola. Trabaja duro para escribir tu propia historia.

viernes, 3 de marzo de 2017

Caminando, encontré... carboneras y caleras

El carboneo fue otra de aquellas actividades características de las localidades de montaña, relegada al olvido. A partir de la quema lenta de la madera, se obtenía el carbón, que se comercializaba como combustible para hornos y estufas. La materia prima utilizada dependía de la vegetación arbórea que dominara el territorio en cuestión. Principalmente, en nuestros montes se utilizaba madera de carrascas y alcornoques, y también era muy apreciada la sabina donde predominaba. Aunque son difíciles de encontrar, si damos un paseo por nuestros montes, pueden descubrirse las carboneras. Son los vestigios que quedan de esta práctica ancestral, de los que apenas se distinguen unos círculos de piedra que delimitan espacios de suelo oscurecidos por la combustión.


Carboneras de Chóvar (foto por PCA(c))
Mucho más probable es encontrar caleras. Se tratan de hornos de cal, de forma circular, construidos con muretes de piedra, siempre en terreno de rocas calizas. Servían para obtener a partir de ellas, y tras un proceso de calcinación, tan preciado material para la construcción de viviendas, ya que, además de embellecer las paredes de blanco, permitía mantener un buen nivel de salubridad en su interior. 

Calera, cerca de Caudiel (foto por PCA (c))
Carboneros y caleros eran oficios tradicionales que hoy han desaparecido, y los artefactos que utilizaban se encuentran en peligro de desaparecer. Las carboneras y los hornos que podemos encontrar en nuestros paseos por el monte están en estado ruinoso, desmoronadas sus piedras por el suelo y cubiertos por vegetación. Valdría la pena invertir en su recuperación al menos como homenaje a las personas que hicieron de estas prácticas su vida. Se trata en realidad de nuestro patrimonio cultural y etnológico. Convendría mantener vivo el recuerdo de estos usos y técnicas de nuestros antepasados, hoy en riesgo de ser olvidados en pocos años.