martes, 29 de noviembre de 2016

Alarifes de la piedra y sus obras

Las montañas valencianas albergan tesoros. Flora y fauna, que sobreviven dignamente todavía, a pesar de nuestro abandono y desidia, están condenadas al martirio del mundo civilizado, mientras la especulación con el territorio dé dinero a los desaprensivos y el respeto por la naturaleza no arraigue en el corazón de los urbanitas. A los daños deliberados y a las negligencias de algunos descuidados, se unen más recientemente las plagas y la sequía, como principales causas de un proceso que va reduciendo la extensión de los bosques y pone en riesgo sus hábitats.

Hubo un tiempo en que la naturaleza era tratada con respeto por el ser humano. Un ser humano muy parecido al de hoy en día, pero en esencia diferente. Consciente de la dependencia recíproca existente entre él y su entorno, aprendió a buscar, a recolectar, a construir y a vivir, sabedor de que iba a ser agraciado con sus bienes en la misma medida en que se prodigara en cuidados. La caza, la silvicultura y la agricultura han sido las actividades tradicionales más extendidas, dentro de unos límites de sostenibilidad generalmente respetados. Pero también, otros usos y costumbres fueron desarrollándose alrededor de la piedra, elemento clave para la subsistencia en el medio rural debido principalmente a su abundancia. La grisácea roca caliza o esa arenisca roja llamada rodeno, en todas sus formas y composiciones, la piedra ha sido la principal materia prima que ese entorno montaraz y agreste proporcionaba para aquellas construcciones que debían perdurar.

Obras de piedra caliza compactada en seco en el Rincón de Ademuz, foto por PCA (c)
Los canteros separaban las piezas de la montaña para que geniales alarifes anónimos construyeran sus obras de arte en plena naturaleza, mediante una técnica milenaria que ha sido reconocida por la Administración recientemente como Bien de Relevancia Local Inmaterial. Hoy permanecen aún en pie numerosos ejemplos de aquel método exquisito de compactación y encaje de la piedra en seco, tanto de sillares finamente labrados como de toscos cantales. El caminante curioso puede hoy descubrir fácilmente en sus paseos estos vestigios imperecederos de oficios rurales tristemente perdidos.

El pastoreo y la trashumancia hicieron necesario el levantamiento de sólidos refugios y chozos donde encontrar cobijo durante el mal tiempo, de corrales de amplios arcos para el descanso de las reses, de ribazos en los bancales y de muretes en los azagadores para delimitar los pasos francos y proteger los cultivos. También la actividad minera, que se desarrolló en nuestros montes para la extracción de hierro, cinabrio, cobalto y otros minerales valiosos, precisó de hornos y almacenes en pleno monte. Para la obtención a un bajo coste de la cal, material necesario para la edificación de viviendas y su salubridad, se construyeron cerca de las canteras hornos circulares, llamados caleras, donde se sometía a la piedra caliza a un proceso de calcinación a altísima temperatura.

Otros artefactos, donde también fue empleada la piedra, están relacionados con el agua, que antaño fue mimada como la hija favorita de la montaña que siempre ha sido: azudes y diques, para retenerla o desviarla; acueductos y acequias, para transportarla hasta las huertas; aljibes y albercas, o ventisqueros y neveros, para almacenarla tanto en su estado líquido como sólido. Y relacionada con la fabricación de harina y aceite a partir del cereal y la oliva cosechados, también fue importante en una época la producción de ruejos, así llamadas las piedras circulares para molinos y almazaras. Piedra da la montaña y aquel ser humano, pastor, labrador, minero, calero, regador, molinero o almazarero, tenía la magia de aplicarla en su provecho.

Cantera de rodeno para la producción de "ruejos" en Soneja, foto por PCA (c)
Hoy en día son otros los materiales y diferentes las técnicas utilizadas. Gran parte del proceso constructivo está mecanizado y en él se utilizan productos y herramientas fabricados en serie. Pero en cualquier visita a nuestros montes podemos descubrir aquellas reliquias en piedra que nos recuerdan que, en nuestra tierra, no hace mucho que vivió un ser humano muy parecido a nosotros, pero con otras prioridades y otros valores, y que aprendió a obtener del monte todo lo necesario para subsistir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario