lunes, 4 de septiembre de 2017

Aprendiz de bruja

- Antes yo podía volar sin pensar siquiera en ello. Pero ahora... ¿De verdad crees que volveré a volar?
- ¡Claro que sí! Sólo hay que esperar a que te llegue la verdadera inspiración. Confiar en tu espíritu. Eso es precisamente de lo que hablo.

"Nicky, la aprendiz de bruja", de Hayao Miyazaki
Sientes que en una jaula dorada estás y que sigues bailando hasta el fin sin decir que no, jamás. Pero entonces tú ves ese cielo abierto y en él navegarás hacia un mágico puerto, con las nubes irás persiguiéndolas hasta que no las veas más. Yo voy a volar, tan alto como tú. Con el viento, con el sol, con la luna, con la luz. No estarán mis pies mucho más sobre el suelo. Soy más fuerte ya y busco en ese cielo una estrella fugaz y yo iré detrás hasta que no la vea más. Yo voy a volar. Y cada lugar desde arriba miraré, las estrellas tocaré y a las nubes voy a acompañar. Y si yo pudiera ayudarte a conseguir que sonrías o al menos calmarte, sentiría que he encontrado por fin mi hogar, que hay más semillas que plantar. Yo voy a volar. Más, más, más, más alto que nunca he de llegar. Voy a volar, voy a volar... hasta lo más alto he de llegar.

viernes, 4 de agosto de 2017

Caminando encontré... alcornoques y castaños en Espadán

La Sierra de Espadán ha sido calificada por algunos autores como montaña-hormiguero, término que puede parecer exagerado, pero que ilustra la medida en que, durante la Edad Media, fue superada su capacidad de albergar población y de proporcionar recursos a sus habitantes, dejando de ser el vergel que en épocas antiguas fue. La sobreexplotación a la que fue sometida la tierra provocó que, durante muchos siglos, casi toda su superficie estuviera cultivada o arrasada por el ganado. También erosionó el terreno la proliferación de canteras donde obtener la piedra, caliza o rodeno, que constituía la materia prima de todas las construcciones que debían perdurar.
Alcornocal del valle de Mosquera (foto por PCA (c)). 
No fue hasta el siglo XVII, cuando quedó la sierra despoblada por la expulsión de los moriscos, que los bosques recuperaron su frondosidad. Más tarde, en el XVIII, al repoblarse la zona, los nuevos habitantes volvieron a cultivar las huertas y ampliaron también la extensión del bosque, especialmente plantando una nueva especie arbórea, el alcornoque, cuya explotación desarrolló una nueva industria. La producción del corcho, utilizado para tapones y materiales aislantes, trajo cierta riqueza a la comarca a lo largo de los siglos posteriores, durante los cuales proliferaron factorías y almacenes de corcho en Eslida, Villamalur y Almedíjar. La moderna aparición de materiales sintéticos, como los polímeros, más baratos de producir y con mejor estanqueidad, amenaza de momento el futuro de este oficio. De peladores de corcho, sólo quedan unas pocas familias. Cada 10 años, se encargan de sacar la corteza con sus herramientas tradicionales. Y, cómo antaño, transportan el preciado material a lomos de burritos, único medio capaz de acceder a los lugares de trabajo más recónditos.

Alcornoques recién pelados en la Mosquera (foto por PCA (c))
La altitud de la sierra, moderada pero suficiente, la composición del suelo, formado por silicatos ácidos, y el microclima reinante, caracterizado por mantener la humedad del mar que entra por los barrancos orientados a levante, han favorecido el desarrollo no sólo del alcornoque, sino también de otras especies del género quercus, como es la encina (carrasca) y la coscoja, cuyo fruto sirve de alimento a la fauna de la sierra y entre cuyas raíces suele encontrarse la apreciada trufa. 

No se sabe quién trajo a la sierra una nueva especie arbórea, el castaño, que milagrósamente ha arraigado en la ladera septentrional. Un puñado de bosquetes se reparten muy cerca de los picos Rápita y Espadán. En primavera, puede apreciarse la diferencia de tonalidad de sus copas entre el verde del pino y del alcornoque. En otoño, ponen una nota de color ocre al paisaje.

Castaños en la ladera de la Rápita, cerca del Jinquer (foto por PCA (c))
Otro árbol característico de la zona es el almez, cuya madera ha sido utilizada desde antiguo como materia prima en la fabricación de bastones y mangos para herramientas. En Vall de Almonacid, Castellnovo y otros pueblos cercanos funcionaron hasta bien entrado el siglo XX varias fábricas. Lamentablemente, la última generación de estos artesanos ya desapareció.

sábado, 22 de julio de 2017

El valle del viento

NAUSICAÄ, PRINCESA DEL VALLE DEL VIENTO
"La contaminación está en la tierra misma. 
Pero, ¿por qué? 
¿Quién ha podido hacerle esto al mundo?
Tengo miedo de mí misma. 
No sé lo que puede llegar a provocar el odio en mí. 
No quiero matar a nadie."

"Nausikaä del Valle del Viento", de Hayao Miyazaki

viernes, 7 de julio de 2017

Caminando, encontré... senderos y vías pecuarias

Nuestros montes están atravesados por caminos, trazados desde muy antiguo. Algunos fueron pensados para conectar una población con otros pueblos vecinos y con sus huertas, fuentes u otros rincones. Otros permitieron establecer una vía de comunicación entre lugares distantes entre sí, como fueron las vías pecuarias. Es interesante descubrir, con la ayuda de viejos mapas, aquellas rutas, centenarias e incluso algunas milenarias, hoy en desuso por haber sido sustituidas por modernas carreteras asfaltadas.

Corral de Chautena, cerca del paso de la Vereda de Castilla por Tales (foto por PCA (c)
Las vías pecuarias que podemos encontrar son vestigios de la extinguida actividad transhumante, principalmente de ganado ovino, entre las tierras del interior turolense o castellano y los campos de Valencia y Castellón. En su mayoría son veredas y cordeles, de menor anchura. La vereda de Castilla, por ejemplo, pasa por diversos puntos de nuestro territorio. La provincia de Valencia está también atravesada por una vía de principal categoría: la Cañada Real de Aragón. Baja desde los montes de Javalambre y atraviesa parte de la Serranía, rodeando el cerro de La Salada, hacia Alcublas y Llíria, para finalizar en la ribera del Turia. Podemos recorrer aquellos tramos que han sobrevivido a la urbanización. Encontraremos corrales y abrigos donde pasaban la noche, abrevaderos y navajos donde abrevaban, azagadores y contadores por donde pasaban para proteger los cultivos y contar las cabezas. Comprenderemos, de este modo, la dureza de la vida y de los viajes en otro tiempo.

Cañada Real de Aragón, contador del Resinero, entre la Salada y Andilla (foto por PCA (c))
Los caminos de herradura y los carreteros, en muchos lugares cuidadosamente empedrados para evitar su erosión, sortean las alturas de las sierras por pasos bien elegidos, cuidando los desniveles máximos y aprovechando la orografía del terreno. ¡Qué maestría la de aquellos peones camineros con la piedra, embaldosando los senderos! Muchos de ellos fueron tan bien diseñados que han sido ampliados y asfaltados y hoy son carreteras utilizadas por vehículos a motor. Este es el caso del paso de Alcalá, en la sierra Calderona, que hoy es el puerto del Oronet de la carretera CV-310 de Burjassot a Torres Torres. Otro ejemplo es el del collado de Íbola, en Espadán, en la carretera CV-200 de Almedíjar a Aín. Pero muchos otros, en cambio, han sido abandonados y sólo son utilizados por excursionistas que desean pasar por ellos como deporte. Este es el caso, por ejemplo, del camino de Algimia de Almonacid a Villamalur, atraviesa la sierra cerca de La Rápita, y también de otras muchas sendas que unían nuestros pueblos.

Camino de herradura del barranco de Agua Negra,
entre Almedíjar y Almonecir (foto por PCA(c))
Muchas rutas senderistas aprovechan hoy estos pasos. Siguiéndolas, podemos imaginar cuán lejos se encontraban unas poblaciones de otras y el esfuerzo que requería salvar estas distancias, cuando se hacía a lomos de un macho o a pie. Es muy importante recuperarlos y evitar que sean ocupados, como suele ocurrir, por la vegetación o por algún desaprensivo deseoso de ampliar sus propiedades. No olvidemos que los caminos son públicos, patrimonio de todos, y no deben perderse.

sábado, 24 de junio de 2017

Los corazones cambian

SOPHIE (En la infancia de Howl)
Sé cómo puedo ayudarte. ¡Búscame en el futuro!

SOPHIE (En el presente)
Howl, lo siento. ¿Llego demasiado tarde? No quería hacerte esperar tanto. Necesito que me lleves donde está Cálcifer. Si puedes.

"El castillo ambulante", de Hayao Miyazaky
(Se ha roto el hechizo: Howl recupera su corazón y Cálcifer, el demonio del fuego, es liberado)
HOWL y SOPHIE
- Me encuentro muy mal, como si tuviera un gran peso en el pecho.
- Un corazón es una pesada carga.
- Sophie, tu pelo parece brillar con la luz de las estrellas. ¡Es precioso!
- Gracias. ¡Te quiero!

jueves, 8 de junio de 2017

Caminando encontré... azudes, acequias y aceñas

Desde siempre, el ser humano ha querido dominar el agua. Las primeras civilizaciones se dieron cuenta de que, para no depender de la voluntad de los dioses, debían idear soluciones contra la sequía. Acumular el agua en el curso alto de los cauces, fue útil si se podía liberar más tarde a voluntad. Así nacieron los embalses. 

En la Sierra Espadán hay uno que tiene su origen en la época de dominación romana. La presa de Ajuez, en el municipio de Chóvar, embalsa el agua del barranco homónimo, para poder utilizarla en el consumo urbano y el riego de los campos, cuando los manantiales que lo abastecen, de irregular caudal, se agostan. 

Embalse de Ajuez, en Chóvar (foto por PCA (c))
Aguas abajo de la presa de Ajuez, todavía queda en pie una construcción de piedra de rodeno, que albergó una noria. Ya no se usa y el mecanismo ha desaparecido. Pero debió de ser similar a otro, más grande, que aún funciona en la población de Casas del Río, junto al río Cabriel. Cómo en este caso, se utilizaba para subir el agua del barranco hasta la acequia que la reparte entre los huertos que se encuentran a un nivel superior al del cauce.
La noria de Casas del Río (foto por PCA (c))
Determinado tipo de presas, llamadas azudes, permiten desviar el agua hacia las acequias que nacen al mismo nivel que el cauce que las alimenta. Saliendo de Alfondeguilla por camino de Eslida, un poco antes de la fuente del Frare, hay un azud en el río Belcaire que, por la técnica de sillares utilizada en su construcción, podría ser de la época romana.

L'Arquet d'Alfondeguilla (foto por PCA(c))
Muchas veces, las acequias, en su camino hacia los campos, deben salvar obstáculos o desniveles. En tal caso, y para no perder la cota, se han construido acueductos y sifones que llevan el agua de un lado a otro de la dificultad a sortear. En los alrededores de Alfondeguilla hay varios acueductos. Uno de ellos, de origen romano, llamado "El Arquet", salva el río Belcaire en un paraje de gran belleza, aguas arriba del pueblo.

Antes de acabar regando las huertas, puede aprovecharse la fuerza del agua si se le hace caer por un desnivel. La energía hidráulica se ha empleado tradicionalmente para diversos usos. Si mueve una piedra para moler el grano de cereal, el artefacto se llama aceña o molino. Si mueve unos mazos para abatanar la lana, se trata de un batán. El agua, que llega desde un nivel superior, normalmente una pequeña balsa, se deja caer sobre el caz, adquiriendo suficiente energía cinética para mover las palas de madera del rodezno. Un eje transmite el movimiento a la piedra o a los mazos. El agua, más tarde, sale por el socaz, libre para otros usos.

Molineros y bataneros eran los encargados del cuidado de estos mecanismos y aseguraban su correcto funcionamiento. Lástima que, con el abandono de los campos de cereal de nuestros montes y la aparición de los tejidos de algodón y sintéticos, ya no tuvieron más su razón de ser. En el barranco de la Caridad, cerca de Aín, quedan en pie varias aceñas maravillosamente restauradas como vivienda ocasional, como los molinos del Arco y de Guinza.

El molino de Guinza en Aín (foto por PCA (c))
¡Qué ingenio el de nuestros antepasados! Estos fundamentos para embalsar, transportar y aprovechar el agua han pervivido durante milenios y son los mismos en los que se basan las presas, los canales y las centrales hidroeléctricas de hoy en día.

sábado, 20 de mayo de 2017

La sexta parada


"No se puede vencer al poder del amor"
CHIHIRO y HAKU
- ¿Chi-hi-ro? Ah, ¡es mi nombre!
- Yubaba domina a los demás robando sus nombres. Aquí te llamas Sen, pero conserva tu verdadero nombre como un secreto.
- Por poco lo olvido y me convierto en Sen para siempre.
- Si te roba el nombre jamás podrás regresar a tu casa. Yo hace tiempo que no recuerdo el mío. Pero lo que es curioso es que yo recuerde el tuyo.

CHIHIRO y KAMAJI                            
- Kamaji, voy a devolverle esto a la hermana  

de Yubaba. Le pediré disculpas y le diré 
que ayude a Haku. Dime dónde vive.
- ¿Irás a ver a Zeniba? Es una bruja 
aterradora.
- Por favor. Haku me ayudó. Ahora quiero 
ayudarle yo.
- Se puede llegar allí. Escucha. Es la sexta parada. Se llama Fondo del Pantano. Procura no equivocarte. Antes había un tren de ida y vuelta. Pero ahora lo hay sólo de ida. ¿Aún quieres ir?
- Sí. Volveré caminando, siguiendo
las vías. Te prometo que volveré,
Haku. No puedes morir.
"Spirited Away (El Viaje de Chihiro)" de Hayao Miyazaki


"Nada de lo que sucede se olvida jamás, aunque no puedas recordarlo"
CHIHIRO y HAKU
- Escucha Haku, la verdad es que yo no lo recuerdo, pero mi madre me contó que una vez cuando era pequeña me caí a un río y que luego al cabo de unos años lo secaron y construyeron encima. Pero acabo de acordarme de cómo se llamaba el río. Su nombre era... Río Kohaku. Tu verdadero nombre es Kohaku.
- Muchas gracias, Chihiro. Mi verdadero nombre es Nigihayami Kohaku Nushi. Y ahora también recuerdo que caíste dentro de mí cuando aún eras muy pequeña, se te había caído el zapato.
- Si, y tú me llevaste hasta donde el agua no cubría, Kohaku. Te lo agradezco.

sábado, 6 de mayo de 2017

Caminando, encontré... explotaciones mineras abandonadas

La Sierra Espadán y su continuación la Sierra Espina constituyen una gran cadena montañosa que se extiende transversalmente a lo ancho de la provincia de Castellón. Desde La Plana de Nules, muy cerca del mar, hasta el altiplano de Barracas, casi lindando con tierras de Aragón, se van encadenando varias cimas importantes que rondan los 1000 metros de altitud. En el macizo de Espadán propiamente dicho, al Font de Cabres y el Puntal de l'Aljub, le siguen los altos de La Batalla, La Pastora (también llamado pico Espadán), La Rápita (que, con sus 1.103 metros sobre el nivel del mar, es la cima más alta de la sierra) y El Pinar. Estas alturas, donde predomina el suelo silíceo, principalmente de origen triásico, como los rodenos, sirven de línea divisoria de aguas entre la cuenca del río Palancia y la del Mijares.

Algunos montes, como el Alto de las Palomas (de 1.156 msnm.), dan continuidad a la sierra hacia el noroeste, entre los términos municipales de Caudiel y Montán, hasta el macizo de la Sierra Espina, en el que domina sobre la población de Pina de Montalgrao el Pico de Santa Bárbara (con 1.402 msnm. es la segunda cima más alta de la provincia), ya casi en el límite con Teruel. En esta prolongación domina el suelo calizo con presencia de grandes bloques calcáreos, salvo en el Santa Bárbara donde volvemos a encontrar los suelos ácidos del rodeno.
Hornos de mercurio en Chóvar (foto por PCA(c))
La explotación de los recursos naturales fue clave para el desarrollo de los pueblos que se asentaron en estas tierras. La minería fue una de las actividades principales en este sentido. Por ambas sierras, proliferan las cuevas y galerías de acceso a las vetas. Junto a ellas, todavía permanecen en pie muchas de las construcciones utilizadas como vivienda de los trabajadores o para el almacenamiento, tratamiento y selección de los minerales. Muchas de las pistas de acceso a estos parajes tienen su origen en los caminos carreteros practicados para el transporte de los materiales desde las explotaciones mineras. En algún caso, incluso pueden verse postes de antiguos tendidos eléctricos a lo largo de todo el recorrido desde los núcleos de población más cercanos. Vamos a nombrar aquí las que se reparten en los términos municipales de Artana, Eslida y Chóvar.

Mina del Agua en Artana (foto por PCA (c))
Una ruta interpretativa, con los respectivos carteles indicadores, parte de Artana y nos acerca a las minas del Caballo, la del Agua y la 800, en la falda noroeste del monte Puntal. Estas antiguas minas de hierro eran ya conocidas y explotadas en tiempos de la dominación romana.

Mina del Socavón en Chóvar (foto por PCA (c))
Lo mismo se sospecha de las minas de cobalto en Eslida. Este apreciado mineral para la decoración de cerámicas se obtenía de los alrededores del monte Terraguán. Varios senderos atraviesan esa zona, donde pueden verse las galerías y los derrumbaderos.

En el término municipal de Chóvar, existen varias minas de cinabrio, mineral del que se obtiene el azogue o mercurio, que tuvieron su mayor actividad durante los siglos XIX y XX. Su producción se mantuvo hasta 1970, década en la que quedaron abandonadas, al dejar de ser rentables. Y así quedaron en pleno monte restos de vías y vagonetas, canalizaciones y tolvas, hornos y depósitos, viviendas para los mineros y otras construcciones, como recuerdo de un pasado más próspero para el municipio.

Estos restos son hoy museos al aire libre de unos usos y oficios que, por las toscas herramientas de aquella época y las precarias vías de comunicación en estos parajes, se desarrollaron en condiciones penosas.

viernes, 14 de abril de 2017

Esta vida es como una ola en el mar

Sólo en el silencio, la palabra. 
Sólo en la oscuridad, la luz. 
Sólo en la muerte, la vida. 
Brilla el vuelo del halcón en el firmamento vacío. 

"La creación de Eä", de Úrsula K. Le Guin

Gavilán y Arren, "Cuentos de Terramar", por Goro Miyazaky
GAVILÁN (a ARREN)
La vida sin muerte no es vida, si decides rechazar la muerte también estás rechazando la vida. Ningún hombre ni nada en este mundo puede vivir para siempre, pero sólo a nosotros se nos ha permitido saber que hemos de morir, y eso es un regalo que no tiene precio. Esta vida, que es nuestro tormento y nuestro tesoro al mismo tiempo, no dura eternamente, es una ola en el mar. Forzarías al mar a quedarse inmóvil para salvar a una ola, para salvarte a ti mismo.
Theru y Arren, "Cuentos de Terramar", por Goro Miyazaki

THERU (a ARREN)
Lo más importante del mundo es la vida. La vida es preciosa precisamente porque sabemos que vamos a morir. Tú no le tienes miedo a la muerte, a lo que le tienes miedo es a la vida. Quieres vivir para siempre y luego dices que no importa nada, que todo da igual. Tienes miedo de vivir la única vida que tienes. ¿Crees que tu vida te pertenece a ti solo? Tenar me devolvió la vida. Por eso tengo que vivir, para poder devolverle la vida a alguien más. Esta es la única manera de que vivamos para siempre.

viernes, 31 de marzo de 2017

Caminando, encontré... castillos y torres medievales

Viajemos en el tiempo al siglo XIII. Tras la conquista cristiana del territorio, y a pesar de las dificultades orográficas, muchos de los habitantes de las ciudades migraron a las sierras y establecieron allí comunidades donde podían practicar en libertad sus costumbres y ritos religiosos. Por este motivo, la mayoría de los núcleos de población que encontramos en nuestras sierras tiene un origen musulmán. Casi todos estuvieron bajo la protección de barreras defensivas, como murallas o torres, y disponían de un castillo en las inmediaciones. 

En un valle fértil de la sierra Calderona, un conjunto de familias se instalaron alrededor de una torre de vigilancia, constituyendo la poblado de la Hoya o de la Olla. Muy cerca, se alza el castillo del Real, que le brindaba protección. A pocos kilómetros de allí se encuentra Serra, que disponía también de un castillo sobre un cerro, desde el cual se domina una vasta extensión de terreno, que incluye todos los valles cercanos y sus caminos de acceso.


Castillos de Serra y del Real de Olocau; Masía de la Olla (fotos por PCA (c))


En la sierra de Espadán, varias poblaciones formaron un área autónoma donde tradición, religión y ley musulmanas continuaron vigentes y respetadas: el alcadiazgo de Eslida. El rey Jaime I dio "Carta de Gracia y Seguridad" a un cadí para que gobernara desde Eslida un territorio del que formaban parte las poblaciones defendidas por los castillos de Benalí en Aín, de Maúz en Suera, de Castro cerca de Alfondeguilla, de Alcudia de Veo y de Villamalur. Hoy, estas fortalezas son sólo abandonadas ruinas, aunque algunas de ellas mantienen aún sus torres en pie.


Castillos de Maúz, de Castro y de Villamalur, Sierra de Espadán (fotos por PCA (c))
En las montañas alrededor de los valles de Alcalá y de Gallinera, el caudillo musulmán al-Azraq creó, tras la conquista de Jaume I, otro territorio autónomo donde se cobijaron miles de musulmanes y, desde ese refugio, puso en dificultades a las tropas cristianas del rey Jaime I en numerosas ocasiones. Muchas decenas de fortalezas de aquella época se encuentran repartidas por nuestras montañas. Sólo se requiere el esfuerzo de trepar a ellas para emprender un enriquecedor viaje en el tiempo e imaginar cómo sería la vida entre sus muros.

viernes, 17 de marzo de 2017

¡Qué suerte tener un sueño y poder ir tras él!

ABUELO
Nadie hace nada perfecto la primera vez. Voy a enseñarte una cosa. Aquí está. Mira. (Entrega a Shizuku una piedra que contiene una esmeralda en bruto.) Tienes que buscar la joya que hay en tu interior.



" Susurros del corazón" de Yoshifumi Kondo

SHIZUKU

Tengo mucho miedo de que en mi interior no haya una piedra preciosa como esta. Voy a esforzarme mucho. 

ABUELO
Eres maravillosa. No hay prisa. Tómate tu tiempo para que puedas ir puliéndola. Trabaja duro para escribir tu propia historia.

viernes, 3 de marzo de 2017

Caminando, encontré... carboneras y caleras

El carboneo fue otra de aquellas actividades características de las localidades de montaña, relegada al olvido. A partir de la quema lenta de la madera, se obtenía el carbón, que se comercializaba como combustible para hornos y estufas. La materia prima utilizada dependía de la vegetación arbórea que dominara el territorio en cuestión. Principalmente, en nuestros montes se utilizaba madera de carrascas y alcornoques, y también era muy apreciada la sabina donde predominaba. Aunque son difíciles de encontrar, si damos un paseo por nuestros montes, pueden descubrirse las carboneras. Son los vestigios que quedan de esta práctica ancestral, de los que apenas se distinguen unos círculos de piedra que delimitan espacios de suelo oscurecidos por la combustión.


Carboneras de Chóvar (foto por PCA(c))
Mucho más probable es encontrar caleras. Se tratan de hornos de cal, de forma circular, construidos con muretes de piedra, siempre en terreno de rocas calizas. Servían para obtener a partir de ellas, y tras un proceso de calcinación, tan preciado material para la construcción de viviendas, ya que, además de embellecer las paredes de blanco, permitía mantener un buen nivel de salubridad en su interior. 

Calera, cerca de Caudiel (foto por PCA (c))
Carboneros y caleros eran oficios tradicionales que hoy han desaparecido, y los artefactos que utilizaban se encuentran en peligro de desaparecer. Las carboneras y los hornos que podemos encontrar en nuestros paseos por el monte están en estado ruinoso, desmoronadas sus piedras por el suelo y cubiertos por vegetación. Valdría la pena invertir en su recuperación al menos como homenaje a las personas que hicieron de estas prácticas su vida. Se trata en realidad de nuestro patrimonio cultural y etnológico. Convendría mantener vivo el recuerdo de estos usos y técnicas de nuestros antepasados, hoy en riesgo de ser olvidados en pocos años.  

sábado, 18 de febrero de 2017

Soy un lobo

(Mientras el mundo libra una guerra sangrienta, las bestias han bajado de las montañas para defender el bosque amenazado por los hombres y comienzan a atacar aldeas y cuidades.)

LADY EBOSHI
Ayúdame a matar al Espíritu del Bosque, Ashitaka.
"La princesa Mononoke", por Hayao Miyazaki

ASHITAKA
¿Serias capaz de matar al mismo corazón del bosque?

LADY EBOSHI
Cuando el bosque desaparezca y no haya más lobos, esta será la tierra más próspera del mundo. Y la princesa lobo se volverá humana.

ASHITAKA
¿La princesa lobo?

LADY EBOSHI
Mononoke, la princesa de los espíritus de las bestias. Los lobos robaron su alma y vive para matarme.


(Mononoke, llamada San por su madre adoptiva, la diosa loba guardiana del bosque, fracasa en su intento de atentado contra Lady Eboshi. Cuando Ashitaka le ayuda a escapar, es herido de un disparo.)

ASHITAKA
Intentaba que no te mataran a ti.

MONONOKE-SAN
No me importa morir con tal de alejar a los humanos del bosque.

ASHITAKA
Lo que pretendo es que los humanos y el bosque puedan vivir en paz.

(La guerra ha terminado y los hombres han conseguido decapitar al espíritu del bosque.
Una gran mancha negra es extiende por la tierra y el bosque está desapareciendo. Mononoke y Ashitaka observan la destrucción en medio del caos.)

MONONOKE-SAN
Vete. Los humanos merecéis morir.
"La princesa Mononoke", por Hayao Miyazaki

ASHITAKA
Sí. Yo soy humano, San, pero tú también. 

MONONOKE-SAN
¡Ya basta! Soy un lobo, ¿me oyes?

ASHITAKA
(aproximándose a Mononoke)
San... 

MONONOKE-SAN
(levantando el puño)
¡No te acerques!

ASHITAKA
(mientras San lo apuñala en el pecho con una pequeña daga de piedra)
Lo siento. Traté de impedir que pasara esto.

MONONOKE-SAN
(abrazada a Ashitaka)
Se acabó, se acabó todo. El bosque está muerto.

ASHITAKA
No ha acabado nada. Nosotros dos seguimos vivos. ¿Vas a ayudarme, San?


(Siempre hay esperanza. El Espíritu del Bosque no puede ser destruido. Él decide qué debe vivir y qué debe morir. El bosque revivirá y los hombres podrán vivir en paz si lo desean así.)

sábado, 4 de febrero de 2017

Caminando, encontré... neveros y ventisqueros

En los siglos XVIII y siguiente, se desarrolló una industria que tuvo gran demanda: la fabricación del hielo para la conservación de alimentos. De aquella época es la red de depósitos o cavas que podemos encontrar caminando por nuestras sierras, principalmente en la cara norte de las crestas. Estos pozos, normalmente con paredes circulares forradas en piedra, se llaman neveros si tienen techo, o ventisqueros si carecen de él.

Ventisquero Royo, en la sierra de la Bellida (foto por PCA (c))
Nevero se llamó también el sacrificado oficio de los habitantes de nuestras montañas, los cuales, en los días favorables tras las nevadas, salían con palas para acumular la nieve caída dentro del pozo, colocándola, bien prieta, en capas separadas por pajas, que permitieran más tarde su separación en barras de un determinado grosor. Los días más fríos del invierno, cuando la nieve cubría los campos e impedía realizar las tareas agrícolas, eran dedicados a llenar los depósitos. Y allí se conservaba, congelada, gracias a las bajas temperaturas, hasta la primavera. Era entonces cuando se sacaba del pozo ya convertida en hielo.

La tarea comenzaba al ocaso. Se cortaba con largas sierras el hielo en barras, que se cargaban en carros. Y, así, durante toda la noche, para evitar que el calor pudiera derretirlo, se transportaba a la ciudad, donde se llegaba al alba para venderlo en el mercado y en casas particulares. Quien sea curioso, podrá descubrir, cerca de Alcublas, más arriba de los corrales de Solimán, las rodadas en la roca que horadaron los carros cargados de hielo, que bajaban de los ventisqueros de la Bellida, en su camino hacia Valencia. Viendo el desnivel que salva el camino y sabiendo que ese trayecto se recorría en la oscuridad de la noche, podemos hacernos una idea del fatigoso trabajo que debían de realizar hombres y bestias para evitar que los carros se despeñaran por su propio peso.



Nevero de Cuatro Caminos o de Villamalur (foto por PCA (c))
La sierra de la Bellida, cerca del poblado de Canales, es una zona de gran concentración de esos depósitos, donde existen más de 50 ventisqueros, algunos de ellos, como el llamado Del Fraile, de imponente tamaño. En la sierra de Espadán se construyeron un importante número neveros, de los que pueden encontrarse algunos en diferentes estados de conservación: el de Castro, cerca de Alfondeguilla; el del Pinar del Retor, en el camino de Aín a Chóvar, el de Almonecir, entre Algimia y Alcudia de Veo; el del Carro, cerca de Matet; el de la Atalaia, en Suera; el de Cuatro Caminos, cerca del camino de Matet a Villamalur. También podemos descubrirlos en la sierra de Mariola, en Els Ports, junto al Penyagolosa e incluso hay alguno en la sierra Calderona.

Buscadlos. Están en nuestros montes, algo escondidos pero, casi siempre, bien comunicados por caminos carreteros con las vías principales de comunicación entre los pueblos. Son vestigios de un tiempo, en el que la nieve era más protagonista que hoy en los inviernos, y de un oficio, que desapareció con la mecanización y la producción industrial.

sábado, 21 de enero de 2017

Leete Latobarita Uruth

ABUELA
No llores, mi niña, no llores.
Escucha, hija mía, voy a enseñarte algo maravilloso.
Es una fórmula mágica contra los problemas.
"El Castillo en el Cielo", por Hayao Miyazaki

JOVEN
¿Fórmula mágica?

ABUELA
Sí. Son unas palabras muy antiguas y secretas.
"Leete Latobarita Uruth Ariaroth Bal Netoreel".

JOVEN
Leete. . .¿Qué?

ABUELA
Significa: “¡Protégeme y que la luz ilumine a todos mis seres queridos!”
Leete Latobarita Uruth Ariaroth Bal Netoreel.


jueves, 5 de enero de 2017

La caída de la gran optimista

No hay compasión en ti. Nunca la hubo. Ahora me sorprende darme cuenta de ello. Supongo que pensé que eras una especie de dios. De este modo te adoraba yo. Cada día, subías a tu pedestal y, desde allí, veías cómo yo me arrastraba para recoger las propinas que me echabas, antes de volver a marcharte, siempre de paso. Entre los despojos que dejabas, yo escarbaba para encontrar unas migajas de cariño que me permitieran sobrevivir un día más. No me daba cuenta de ello. 

Ahora sé que lo tengo merecido; por confiar en ti, cuando lo único que realmente has hecho es divertirte conmigo. Empleabas tu tiempo en mí por curiosidad, casi por deporte, pues yo era de tu propiedad. Como alguien inferior a ti siempre me trataste; me maltrataste. Y yo sufría, pero dejaba que me lo hicieras. Hasta que ya no podía más y entonces te abandonaba.

Más tarde, tú insistías en volver conmigo y yo conseguía recuperarme. Me lo pedías de una forma tan atenta, con tanto respeto, que con eso tan solo bastaba. Todos los reparos que yo te había puesto, dejaban entonces de tener importancia. Pensaba que, con esfuerzo y paciencia, todo iría bien. Por eso, me prometía a mí misma que lucharía por ti, que no daría mi brazo a torcer, aunque por tu parte no viera ningún compromiso. Y, ¿de qué sirvió?

Lo único que hacía era castigar al caballo, cuando el jinete ya había caído; lo único que logré fue alargar la agonía. Al final, nada pudo evitar que me degollaras. Sé que lo tengo merecido; por adorar a un miserable en lugar de quererme a mí misma. Apuesto a que te alegraste de mi caída. La caída de la mayor optimista que tuvo el mundo.

 
"The fall of the world's own optimist" by Aimee Mann

(Durante 2016, 49 mujeres murieron a manos de sus parejas o ex parejas en España. 
El mundo tiene 49 optimistas menos y 49 criminales más que hace un año. ¿Hasta cuando?)